El verdadero camino que conduce a la santidad y por consiguiente a Dios, no puede ser trazado sino por el mismo Dios, por su Divina Voluntad.
Introducción
Han pasado aproximadamente 6 mil años
desde que Adán perdió el paraíso
Pasaron 4 mil años en donde patriarcas, reyes y profetas anunciaron la venida del Mesías
Han pasado más de 2 mil años desde que Jesús vino y fundó su Iglesia
2 siglos pidiendo que Venga su Reino y se haga su Voluntad, así en la tierra como en el Cielo, como Jesús nos enseñó
Este Reino ya esta aquí.
El momento ha llegado para regresar al paraíso,
vivir en unión perfecta con Dios
El tercerfiat de Dios
“fiat volúntas tua, sicut in caelo et in terra”
Aquel: ” Sed perfectos como nuestro Padre Celestial es perfecto” (Mt 5,48)
y Jesús nos dice el como...
“Yo en ellos y Tú en Mí, para que sean perfectamente uno con nosotros” (Jn 17,23)
Él en nosotros para ser uno (unidad) en Ellos
¿El cómo llegar a esto? Jesús se define;
“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, nadie va al Padre, sino por Mí.” (Jn 14,6)
¿Qué hace falta? Tener fe, tenemos que creer en Él
“En verdad os digo, quien cree en Mí, hará él también las obras que Yo hago, y aún mayores.” (Jn 14,12)
Tenemos entre nuestras manos el privilegio de vivir de cielo,
la plenitud de la vida
"Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10,10)
Entonces para que esperar ir al Cielo, si el cielo lo podemos vivir aquí en la tierra,
este gran don que se le otorgó a Adán y lo rechazó, y que por siglos Dios nos
ha encaminado para regresar a nuestro puesto.
La finalidad para la que fuimos creados
Vivir de Vida Divina
Catecismo de la Iglesia Católica
460. El Verbo se encarnó para hacernos partícipes de la “Naturaleza Divina” (2P 1,4); "Porque tal es la razón por la que el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: para que el hombre, al entrar en comunión con el Verbo y al recibir así la filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios" (S. Irineo). "Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos dios" (S. Atanasio). El Hijo unigénito de Dios, queriendo hacernos partícipes de su Divinidad, asumió nuestra naturaleza, para que, habiéndose hecho hombre, hiciera dioses a los hombres.” (Sto. Tomás de Aquino)
521. Todo lo que Cristo vivió hace que podamos vivirlo en Él y que Él lo viva en nosotros. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido en cierto modo con todo hombre (GS 22,2). Estamos llamados a no ser más que una sola cosa con Él; nos hace comulgar en cuanto miembros de su Cuerpo en lo que Él vivió en su carne por nosotros y como modelo nuestro:
Debemos continuar y cumplir en nosotros los estados y misterios de Jesús, y pedirle que los realice y lleve a plenitud en nosotros y en toda su Iglesia. Porque el Hijo de Dios tiene el designio de hacer participar y de extender y continuar sus misterios en nosotros y en toda su Iglesia por las gracias que Él quiere comunicarnos y por los efectos que quiere obrar en nosotros gracias a estos misterios. Y por este medio quiere cumplirlos en nosotros.
1701. Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación (GS 22, 1). En Cristo, imagen del Dios invisible (Col 1,15; cf 2 Co 4, 4), el hombre ha sido creado a imagen y semejanza del Creador. En Cristo, redentor y salvador, la imagen divina alterada en el hombre por el primer pecado ha sido restaurada en su belleza original y ennoblecida con la gracia de Dios.
El verdadero camino que conduce a la santidad y por consiguiente a Dios, no puede ser trazado sino por el mismo Dios, por su Divina Voluntad.